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El mundo desperdicia comida… y nos cuesta demasiado

El desperdicio alimentario ha sido siempre una de las asignaturas pendientes globales, y aunque poco a poco se ha ido ganando más concienciación en la sociedad, todavía queda mucho por hacer. Así lo demuestran los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que recogen que un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial se desperdicia cada año, o lo que es lo mismo, alrededor de 1.300 millones de toneladas.​

En el caso de España y según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, solo en los hogares se tiraron a la basura 1,3 millones de toneladas de alimentos en el año 2023. Una cifra que se traduce en una media de 27 kilos desperdiciados por persona y que ha obligado a tomar medidas. Es más, ese desperdicio se pretende reducir al 50% con la nueva Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario.

Con su aprobación y su entrada en vigor el pasado 3 de abril de 2025, nuestro país da un paso significativo en la lucha para evitar el desperdicio alimentario, desde la cosecha hasta el consumo, y fomentar un uso más eficiente de todos los recursos.  El objetivo además es seguir la hoja de ruta marcada por la Unión Europea, que ha fijado en 2030 el plazo para reducir un 30% el actual nivel de pérdida comida. Para ese mismo año Estados Unidos no solo se pone la misma meta sino que incluso la aumenta al 50%, tal y como se recoge en la estrategia propuesta por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA).

Entre los países que persiguen un consumo más responsable y sostenible para reducir sus cifras de desaprovechamiento, también encontramos a Singapur, donde se estima que el desperdicio anual de alimentos ronda las 750.000 toneladas, o a Israel, donde se desaprovecha el 38% de la producción total de alimentos.

Además de apostar por una normativa que limite el desaprovechamiento de comida y en favor de la donación, los últimos países mencionados producen y comercializan ya carne cultivada, una alternativa que también contribuye a reducir la huella ecológica y la magnitud de esta problemática.

Impacto ambiental, económico y social

El despilfarro alimentario tiene consecuencias negativas en varios ámbitos. Por un lado, se calcula que la producción de alimentos que no se consumen genera el 10% de las emisiones globales de efecto invernadero, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). Además, cuando los alimentos desechados se descomponen en los vertederos, liberan metano, un gas con un potencial de calentamiento global más de 25 veces superior al del dióxido de carbono. Para que te hagas una idea, si el desperdicio alimentario representara un país, sería el tercer mayor emisor de gases por detrás de China y Estados Unidos. En España, se estima que cada semana se emiten más de 65.000 toneladas de CO2.

El gesto de tirar comida al cubo de la basura también implica un impacto económico. Supone una pérdida económica global de aproximadamente 728.000 millones de euros al año, considerando los recursos materiales, humanos y técnicos empleados en la producción de alimentos que finalmente no se consumen.

Además, la pérdida de alimentos tiene como consecuencia un impacto social directo. Limita la capacidad de alimentar de manera sostenible a una población en crecimiento, de hecho, ahora mismo en el mundo y según indica el informe El Estado de la Seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo de Naciones Unidas, hay 733 millones de personas que pasan hambre.

La carne cultivada como aliada frente al desperdicio de alimentos

La carne cultivada no solo representa un avance tecnológico sino que también puede jugar un papel clave en reducir el desperdicio. Al integrar esta alternativa en el sistema alimentario, es posible lograr una cadena de producción más sostenible y eficiente. Así, se disminuye tanto el desperdicio de alimentos como el impacto ambiental asociado.

-Producción controlada: Al cultivarse en entornos controlados, este tipo de carne permite una producción más precisa y ajustada a la demanda, minimizando excedentes y evitando que los alimentos se tiren a la basura. ​

-Mayor vida útil: Las condiciones estériles del proceso de producción de la carne cultivada ofrecen un menor riesgo de contaminación por patógenos, y por tanto una vida útil potencialmente más larga. De esta manera, se disminuyen las probabilidades de desperdicio tanto en la cadena de suministro como en los hogares.

Optimización de recursos naturales: La producción de carne cultivada requiere menos tierra y agua, lo que disminuye la presión sobre los recursos naturales y reduce las pérdidas asociadas a la producción de piensos y otros insumos. ​

Biotech Foods no solo comparte los valores que promueven todas las leyes contra esta problemática, si no que está comprometida con lograr mitigar el cambio climático, conservar recursos naturales, mejorar la economía y combatir la inseguridad.

¡Cada acción cuenta para construir un futuro más consciente y respetuoso con nuestro planeta!

Bio.Tech.Foods.
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